Desde que se gesta la idea de un cosmético hasta que llega a nuestras manos el producto acabado hay un proceso laborioso en el que se valoran multitud de variables. Este desarrollo podría compararse con el de la elaboración de una receta de cocina: el secreto del éxito no está solo en la calidad de los ingredientes, sino que también importa cuánta cantidad incluimos de cada uno de ellos, el proceso escrupuloso que seguimos para cocinarlo y cómo presentamos el plato para así impactar positivamente en nuestro comensal.
Dicho esto, ¿te has preguntado alguna vez qué hay dentro de tu crema favorita o cuáles son los elementos imprescindibles que forman la alquimia de tu tratamiento diario?
A continuación, la beauty expert, Pilar Gutiérrez, y el technical manager de Bruno Vassari, Víctor Digón, diseccionan y analizan al detalle la composición de una crema para así desvelarnos cuáles son los elementos clave que hacen que un cosmético se convierta en tu preferido.
¿Sabes qué es una crema?
Técnicamente una crema es una emulsión, es decir, una mezcla heterogénea de dos elementos inmiscibles: aceite y agua. Cuando dos líquidos inmiscibles que no se mezclan de forma natural se ponen en contacto y se agitan, cada sustancia se fragmenta en pequeñas partículas hasta que, al cabo de mucho tiempo, esta mezcla se transforma en una emulsión. Así que, en resumen, la base de nuestra crema no es más que una mezcla entre agua y aceite.
Entonces, ¿por qué hay cremas con diferentes texturas?
Fácil: la textura dependerá de la cantidad que haya de cada uno de los elementos en la emulsión. En este sentido, existen dos tipos de emulsión:
Pero, si agitamos agua y aceite para mezclarlos, ¿no se separan al entrar en reposo? No lo hacen si añadimos emulsionantes.
Emulsionantes: el primer componente imprescindible de tus cremas.
Para conservar una mezcla homogénea de dos sustancias inmiscibles y conseguir que se mantengan unidas y así preservar la emulsión, es necesario añadir emulsionantes. También llamados emulsificantes o emulgentes, estas sustancias aseguran que la emulsión sea estable a lo largo del tiempo. Con los emulsionantes conseguimos que el agua y el aceite que contiene nuestra crema no se separen.
Ingredientes activos: los protagonistas indiscutibles.
Son los elementos que añaden un beneficio concreto para la piel. Son todos aquellos componentes que llevan a cabo la función para la que se ha formulado tu cosmético. Además, también son los que inciden en el tipo de textura final, ya que, dependiendo de si tienen más afinidad con el agua o con el aceite, pueden hacer que la textura sea más ligera o más grasa.
¿Y qué pasa con la cantidad de los principios activos? Cuanta más, ¿mejor?
Pues no necesariamente. En la mayoría de cosméticos, la concentración de principios activos oscila entre el 0,3% y el 10% del total del producto. A priori puede parecer poco, pero hay que tener en cuenta que cada ingrediente activo se somete a una serie de ensayos para determinar su eficacia. Dependiendo de estos resultados, el activo se recomendará usarlo a partir de una dosis u otra. No por muy alta que sea la concentración, el efecto será más notorio. Algunos activos funcionan a concentraciones bajas y otros, en cambio, a dosis un poco más altas. Cada estudio determinará cuál es la concentración eficaz y segura de uso para obte- ner los mejores resultados y no poner en riesgo nuestra piel.
Colorantes y perfume: los actores secundarios sin los cuales el cosmético pierde sentido.
Aunque no se llevan el protagonismo de la fórmula, sin ellos, tu crema favorita no te gustaría tanto. En la experiencia de uso de un cosmético intervienen muchas variables que contribuyen al resultado final del producto.
En este sentido, los colorantes y el perfume acaban de pulir la mezcla para así poner el broche de oro a la fórmula final.
Los colorantes corrigen colores desagradables o aportan el tono que encaja con el concepto del producto y los perfumes hacen que el resultado final sea olfativamente agradable y es que a lo que experiencia de uso se refiere, los perfumes tienen un peso específico muy importante ya que el olfato está directamente relacionado con nuestras emociones. Y no solo hablamos de que al añadir perfume el cosmético huela de forma agradable, si no que el perfume vaya en consonancia con la función para la que se ha formulado el cosmético.
Estabilizantes: mejoran la estabilidad de tu crema.
Aunque no siempre se añaden a la fórmula, en ocasiones intervienen para que el producto final sea estable o para añadir consistencia al mismo.
Humectantes: la clave para mantener la hidratación.
Estos elementos son decisivos tanto para aportar hidratación a los tejidos como para mantener la humectación de la propia fórmula. En esta categoría encontramos componentes clásicos como los glicoles y las glicerinas, ambos avalados por años de uso en los que se ha demostrado su eficacia y seguridad.
Y, por último, pero no menos importante: los conservantes.
Aunque son elementos controvertidos que cargan con una mala fama inmerecida, la realidad es que resultan vitales a la hora de proporcionar seguridad y mantener la integridad de la fórmula final. Su función principal es la de prevenir el deterioro del producto y proteger al consumidor, y así evitar la contaminación por microorganismos del cosmético. Estas sustancias con actividad antimicrobiana son imprescindibles para garantizar que el uso de la crema es seguro durante la totalidad de su vida útil.
Es importante remarcar que los cosméticos ofrecen el hábitat ideal para la proliferación de microorganismos, por lo que si no se usan conservantes no podríamos disfrutar de nuestro cosmético tal y como lo hacemos en la actualidad.
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